Un nuevo
hallazgo ha hecho saltar la voz de alarma sobre la eficacia de
los fármacos antipsicóticos de segunda generación, habitualmente
utilizados en trastornos como la esquizofrenia u otros trastornos
esquizoafectivos, y entre los que se encuentran el aripiprazol, la iloperidona,
la olanzapina, la paliperidona, la quetiapina, la risperidona, la inyección de
risperidona de larga duración o la ziprasidona. Tal y como ha publicado un
estudio de la revista PLoS Medicine, la aparente efectividad
clínica de estos fármacos puede estar influida por el denominado sesgo
de publicación, que consiste en la tendencia a la publicación selectiva
de ensayos clínicos favorables en revistas científicas, en
detrimento de los ensayos que no han obtenido dichos resultados.
El estudio, titulado Publication Bias in
Antipsychotic Trials (Sesgos de publicación en ensayos sobre
antipsicóticos), ha comparado los ensayos clínicos registrados en la base
de datos de la agencia encargada de la aprobación de la comercialización de
medicamentos en EE.UU. (U.S. Food and Drug Administration, FDA) con los
ensayos finalmente publicados en revistas científicas. De los 24 ensayos
clínicos realizados antes de la comercialización de los fármacos y registrados
en la FDA, al menos 4 ensayos no han sido aprobados para su
publicación, mostrando todos ellos resultados negativos sobre la
eficacia de los antipsicóticos analizados. En concreto, 3 de estos ensayos no
encontraron diferencias clínicamente significativas entre el antipsicótico en
cuestión y un placebo, y un estudio encontró que el nuevo antipsicótico era
incluso significativamente menos eficaz que otro fármaco menos costoso.
Al analizar el total de 20 ensayos publicados en
revistas científicas, los autores de la investigación advierten de la
existencia de unsesgo en la dirección de ensalzar las propiedades
terapéuticas de los antipsicóticos analizados y enmascarar los
resultados negativos. Por ejemplo, aunque los estudios que analizaron la
eficacia de un nuevo antipsicótico, la iloperidona, encontraron que su eficacia
era significativamente inferior a la de otros tres psicofármacos presentes en
el mercado, esta información fue, paradójicamente, omitida en
los artículos finalmente publicados en las revistas correspondientes.
Los autores establecen que, aunque los sesgos de
publicación que han encontrado en la literatura científica sobre los nuevos
antipsicóticos no son tan notorios como los encontrados en estudios similares
sobre antidepresivos, los resultados ponen en evidencia que no se está
aportando toda la información a la comunidad científica, ni
con la precisión que se requiere, a pesar de la transcendencia que tiene a
la hora de determinar las decisiones clínicas en el tratamiento de las personas
afectadas. Asimismo, señalan la necesidad de ampliar los estudios sobre sesgos
de publicación en este campo, con el objetivo de comprender la verdadera
magnitud del problema.
Los
resultados encontrados hasta el momento por este grupo de investigación,
dirigido por Erick H. Turner, siembran de nuevo la duda sobre los
intereses que hay detrás de los ensayos clínicos, subvencionados, en su inmensa
mayoría, por las propias industrias farmacéuticas. De confirmarse la existencia
de más estudios sobre la ineficacia de los fármacos antipsicóticos frente a un
placebo, la validez del modelo farmacológico que impera en nuestros días para
tratar los trastornos mentales no se sostendría bajo ningún argumento
científico ni ético.
Tal y como publicaba hace unas semanas Infocop, no
es la primera vez que se pone en duda el tratamiento farmacológico en salud
mental, ni que se advierte sobre el peligro de que la industria
farmacéutica haya comenzado a adquirir demasiado poder e influencia en la forma
de determinar qué es lo que puede considerarse enfermedad mental y cómo
tratarla (ver aquí). Prestigiosos científicos e investigadores, de
muy diferentes ramas de la ciencia, han manifestado abiertamente sus críticas a
este respecto. Así, Daniel Carlat, conocido psiquiatra de EE.UU, ha
aportado datos objetivos que muestran las peligrosas alianzas entre la
psiquiatría y las empresas farmacéuticas (más información aquí) y Robert Whitaker ha publicado
un libro en el que, basándose en los hallazgos sobre los daños irreparables en
el cerebro que produce el consumo de antipsicóticos a largo plazo, reflexiona
sobre la conveniencia de este tipo de intervención en salud mental (más
información aquí).
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